A finales del siglo XIX se descubrió un enorme monolito en una cañada de San Miguel de Coatlinchán, en Texcoco.
Esta escultura prehispánica data del siglo III d.C., pesa 167 toneladas y tiene
7 metros de altura.
El arqueólogo Leopoldo Batres la atribuyó a Tláloc, dios mexica de la lluvia.
Sin embargo, otros investigadores dicen que es Chalchiuhtlicue, deidad femenina del agua.
La madrugada del 16 de abril de 1964, la escultura fue colocada con cables de acero en una plataforma.
Ese día fue trasladada a la capital sobre dos enormes traileres.
A inicios de 1960, comenzaron los preparativos para llevar la colosal piedra a la Ciudad de México, pese a la oposición de algunos habitantes de Coatlinchán.
Cuando recorría Paseo de la Reforma cayó una fuerte tormenta sobre las calles del centro de la ciudad.
Muchos la atribuyeron a Tláloc.
Por la noche llegó la piedra milenaria a la ciudad, donde fue recibida en las calles por una multitud
de personas.
El monolito fue colocado en el exterior del Museo Nacional de Antropología, que se inauguró unos meses después.
Desde entonces, ahí permanece Tlátloc, soñando el sueño de los Dioses.