El 11 de septiembre de 1973 estalló el golpe de Estado en Chile. El presidente Salvador Allende murió atrincherado en el Palacio de la Moneda, sede del poder ejecutivo. El General Augusto Pinochet tomó el mando del país.
Desde ese día, comenzó una brutal represión contra los detractores del gobierno, con detenciones masivas, torturas y homicidios. Miles fueron recluidos en el Estadio Nacional, dónde la selección solía jugar sus partidos oficiales.
Una semana después del golpe de estado, la selección de fútbol de Chile debía afrontar esos dos partidos clave ante la URSS para clasificar al Mundial de Alemania 74, en medio de la represión en el país.
Chile visitó a la Unión Soviética para el partido de ida. El encuentro terminó con empate a cero. Un resultado que daba esperanzas a Chile para el encuentro definitivo que debían disputar en el Estadio Nacional.
Sin embargo, para el partido de vuelta, la URSS se negó a viajar y disputar el partido en un escenario de torturas como lo era el Estadio Nacional. Miles de hombres fueron electrocutados, golpeados, vejados psicológicamente y hacinados.
A pesar de la negativa de la URSS para disputar el partido, la FIFA obligó a que se celebrara el partido. Antes del encuentro, miles de detenidos fueron evacuados del Estadio Nacional y llevados al desierto de Atacama.
La FIFA miró a otro lado y la pantomima se culminó. Los 11 chilenos saltaron al césped y tras el pitazo inicial, cuatro jugadores avanzaron sin oposición para hacer el gol que certificó la culminación del trámite.
Se estima que más de 40,000 personas pasaron por el Estadio Nacional en aquellos meses, en calidad de detenidos. En 1974, el estadio dejó de ser un centro de detención y tortura, pero la represión de Pinochet continuó hasta el final de su gobierno.