Cuando los hombres se fueron a luchar a la Primera Guerra Mundial, las mujeres tomaron su lugar en la vida pública, el trabajo... y en las canchas.
No sólo fabricaban municiones y armas, también jugaban fútbol en sus ratos libres.
Poco a poco, en Inglaterra se organizaron en equipos y empezaron a jugar en estadios de equipos profesionales, recabando fondos para los soldados heridos.
Se estima que hasta 150 equipos fueron creados en esos años y en 1920 se jugó el primer partido internacional entre dos equipos femeniles: Francia vs Dick, Kerr Ladies.
Su éxito y popularidad iba creciendo. Pero la guerra terminó y la federación inglesa no estaba dispuesta a seguir tolerando el fútbol femenil.
Finalmente, en 1921, llegó la estocada final: un estudio médico pagado por la federación aseguró que el fútbol era dañino para la salud de la mujer.
Argumentaron que se contraponía al fútbol varonil e hicieron todo lo posible para frenarlo: boicotearon partidos, desarticularon equipos y amedrentaron a jugadoras.
Si bien aún podían practicar el deporte, sólo podían hacerlo a nivel recreativo. Y esto frenó en seco el desarrollo del fútbol femenil profesional.
Tardaron 50 años en volver a permitirlo.
Actualmente se recupera el nivel perdido. Pero siempre quedará la duda de lo que podría haber sido el fútbol femenil sin los impedimentos de la más absurda misoginia.