Una serie de protestas masivas y violentas contra el aumento de los precios del gas LP, han paralizado Almaty, la antigua capital de Kazajistán.
Entre 70% y 90% de todos los vehículos de Kazajistán se impulsan con gas LP o derivados. El aumento de precios ha causado un descontento generalizado.
Más allá de los precios del combustible, los manifestantes denuncian la herencia autoritaria del antiguo líder Nursultan Nazarbayev y el poder que tiene sobre el actual presidente Kasim-Yomart Tokaev.
Desde su independencia en 1991, Kazajistán ha sido marcado por el dominio y autoritarismo de un solo partido. Y aunque el actual presidente prometió reformas, el país no ha visto grandes cambios.
En medio de este clima de descontento, la noche del 5 de enero los manifestantes intentaron tomar varias estaciones de policía en Almaty.
El saldo: cientos de heridos y 8 uniformados muertos.
Como respuesta, Tokaev pidió la intervención de una alianza militar liderada por Rusia.
Para él, las protestas son obra de "terroristas extranjeros" y justifican lanzar una "operación antiterrorista".
Después de varios días de protestas, el 5 de enero se declaró estado de emergencia a nivel nacional.
El presidente Tokaev destituyó a su gabinete y ordenó la restauración de los precios del gas.
Como respuesta a las tibias medidas de Tokaev, los manifestantes tomaron el aeropuerto de Almaty e incendiaron la alcaldía de la ciudad.
Lo que comenzó por una subida de precios, se ha convertido en una cuestión más compleja y profunda. Ahora los manifestantes exigen un cambio real de gobierno y elecciones verdaderamente democráticas.
Las hostilidades seguirán creciendo mientras el círculo de Nazarbayev esté en el poder. El régimen, sin embargo, tiene el apoyo de Rusia y China.
Putin ha reaccionado con fuerza a protestas en Ucrania y Belarús. Si su esfera de influencia en Asia Central se ve amenazada, el conflicto en Kazajistán podría tener implicaciones mayores.